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¿Cómo se siente una persona que está siendo acosada?

Igual que cualquiera que ha sufrido malos tratos. Es decir, al principio la forma de actuar del acosador deja a la persona confundida. Se trata de una respuesta natural, de la respuesta que tiene alguien que desea relacionarse correctamente y que no espera daño por parte de sus semejantes. 

En este punto, las conductas del acosador no parecen tener una intención clara y emite mensajes contradictorios sirviéndose de la comunicación no verbal. Dado que este tipo de comunicación no se capta de manera consciente, a no ser que pongamos especial atención, las sibilinas intenciones del agresor no se ven venir.

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Dentro de esta comunicación no verbal se incluirían por ejemplo las miradas despreciativas, o la retirada de la mirada, el tono irónico en el habla y otras muchas conductas. Entonces el problema va creciendo sin que la víctima se de cuenta. Es más, intentará agradar comportándose de manera más complaciente, lo que al tiempo la hace más vulnerable.

Poco a poco el acosador incorpora mensajes de doble vínculo, es decir, imbuye a la persona en situaciones comunicativas cargadas de mensajes contradictorios, haciéndole vivir en una paradoja.

Por ejemplo puede aprovechar un hecho insignificante para convertirlo en una falta. "¿Ya has dejado de perder expedientes?" La implicación de que la pregunta debe recibir un "sí" o un "no" por respuesta crea una paradoja; pues uno no puede haber dejado de realizar una acción que nunca ha hecho toda vez que, uno no puede haber continuado con la realización de una acción que nunca empezó.

Conforme pasa el tiempo, el acoso se hace más intenso y se alterna con periodos de calma, no agresión e incluso reconocimiento, lo que hace que la persona se relaje y crea que todo han sido imaginaciones suyas, que respire con cierto alivio en la creencia de que todo ha terminado para, cuando más tranquila está, recibir el siguiente golpe.

A la confusión se suma el sentimiento de culpa, el nerviosismo y el autocuestionamiento que precipita a la persona a cometer errores u olvidos fruto del desquicie al que se ve sometida y que no le permite actuar con claridad, quedado por tanto en evidencia y creyendo que realmente hay algo que no funciona, duda de su propia eficacia y valía, se siente más observada y entra en bucle, cometiendo equivocaciones con más frecuencia y cada vez más notorias, lo que es usado hábilmente por el agresor como justificación a sus críticas. Y si además la víctima tiene estallidos de ira o llanto (lo que pasado un tiempo es más que frecuente), le sirve al agresor para ver cumplidas sus pretensiones e incluso hacerse con nuevos aliados. Las personas del entorno que ignoran los abusos o colaboran con el agresor agravan la situación. 

Por otro lado, cuando se decide a contar lo que le sucede a familiares y amigos, ya lleva tiempo mal y no sabe ni explicar lo que le pasa, no tiene una cronología clara y quienes le escuchan carecen de formación e información con lo que en un esfuerzo por apoyar y animar consiguen justo lo contrario.

Esto conduce a la víctima a una situación de indefensión aprendida que la hace reaccionar de una forma pasiva, aguantando los golpes sin ver salida posible. Le parece que todo se ha vuelto en su contra y que es ella la única y absoluta culpable. El acosador suele utilizar tretas y aliados para aislar a la víctima con lo que se perpetúa problema. Reniega de cualquier comunicación clara con lo que el conflicto siempre sigue en pie y parece que es sólo cosa de uno, es decir, del que sufre.

Esta tormentosa relación mantiene a la víctima en un estado de estrés continuo. Este estrés no deja huellas objetivas inmediatas, los problemas llegan pasado un tiempo. De este modo se provocan una serie de trastornos psicosomáticos que afectan a diferentes órganos. Son ejemplos típicos las migrañas, las molestias digestivas, los problemas musculares, etc.

También se producen secuelas en forma de problemas emocionales. Entre ellas destacan la pérdida de autoestima y la reducción de la capacidad de disfrute de las cosas y pequeños placeres cotidianos... Se puede llegar a tener ideas de suicidio. Es normal que derive en trastornos de ansiedad debido a los niveles de estrés mantenidos a lo largo del tiempo. Se puede llegar, en casos extremos, a crisis de pánico relacionadas con estímulos asociados al acoso, y a la evitación de dichos estímulos (olores, lugares, objetos...).

"Recuerdo que durante mucho tiempo no podía ni pasar por delante de la puerta sin experimentar angustia".

"La colonia, aquel olor por sí solo era capaz de enfermarme".

También puede ocurrir que se instaure un trastorno de la ansiedad como el Trastorno por Ansiedad Generalizada o TSG, donde hay preocupaciones y rumiaciones continuas y exageradas respecto de temas de la vida cotidiana (pagos, trabajo, permisos...).

Otro trastorno que se podría desarrollar sería el Trastorno por Estrés Postraumático, donde hay un estado de hipervigilancia constante, continuas rememoraciones de las situaciones traumáticas de abuso, tensión y evitación de los estímulos relacionados con estas situaciones. Los problemas emocionales llevan asociados además una serie de síntomas que afectan a la vida cotidiana, como el insomnio, la irritabilidad y el miedo a relacionarse con otros. Los ataques de ira o de llanto son frecuentes, sobre todo cuando el acoso está en un estado avanzado. 

No es extraño tampoco que se recurra a determinadas estrategias contraproducentes para tratar de solventar el dolor emocional que se sufre. En concreto se trataría de las conductas adictivas, ya sea abusando de ansiolíticos u otros medicamentos, o bien de drogas legales e ilegales como el cannabis, el alcohol, la cocaína, el tabaco, u otras. Pueden producirse también conductas que sirvan de distracción o que sustituyan las carencias afectivas que se están viviendo, por ejemplo comprar compulsivamente, jugar de manera enfermiza, etc.

El acoso moral repercute de manera destacable en las relaciones personales y acaba afectando a todo el universo de la persona.

Si no toma medidas o se pone en manos de profesionales el pronóstico no es bueno, incluso abandonando la organización o emprendiendo otros proyectos puede volver a caer en esta situación y revivir el trauma con o sin acoso.   

¿Cómo se siente una persona que ha superado una situación de acoso?

Una buena noticia es que cuando la persona empieza a conocer qué le está pasando, cuando se pone en manos de profesionales y desaparece la incertidumbre, el pronóstico de recuperación es muy bueno en general.

Cuando puede ponerle nombre a lo que le pasa, siente o piensa, es como si todo se ordenase de nuevo, como despertar de una pesadilla.

Nuestra experiencia nos dice que pasan por tres momentos: en primer lugar se pasa por un proceso de incredulidad e incertidumbre, a continuación sienten alivio y agradecen a los profesionales el apoyo recibido, y por último emprenden con fuerza una cruzada para dar a conocer lo que les ha pasado ya que sienten la necesidad de que exista justicia.

Por eso los vemos en los medios de comunicación, en conferencias y foros, participan activamente en charlas e incluso escriben contando su historia.

Es entonces cuando la víctima se convierte en resiliente, ahora es más fuerte y tiene una mayor capacidad para afrontar situaciones injustas, ya no recuerda tanto su degradación como la fuerza con la que fue capaz de decir: ¡basta!

Ni que decir tiene a estas alturas la fuerza que hay que tener para denunciar, afrontar un juicio y/o exponerse a la opinión pública. Como sociedad, estamos en deuda con aquellos que cada día ponen su luz y voz al servicio de la dignidad profesional. 

Casos de éxito

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